31 de enero de 2007

Aporte nacionalista a las relaciones domínico-haitianas

PUBLICADO EN LA SECCION FIRMAS DE CLAVE DIGITAL EL DIA miércoles, 31 de enero de 2007

DESDE HAITI

Steven Gehy


Aporte nacionalista a las relaciones domínico-haitianas

PÉTION-VILLE, Haití.-Es evidente que hoy en día, existe en ambos lados de la frontera, una real voluntad para el mejoramiento de la calidad en las relaciones bilaterales, muchas veces tensas, entre la hermana República Dominicana y Haití.

Ese feliz esfuerzo ha sido realizado por múltiples sectores de las dos naciones. Políticos, diplomáticos, miembros de organizaciones no gubernamentales, religiosos, empresarios, artistas, profesionales y estudiantes de ambas nacionalidades han propiciado diversos sucesos, que sin duda alguna, ayudarán a instaurar un clima más sereno, más productivo y, sobre todo, más respetuoso entre las dos naciones.

Obviamente que para obtener logros significativos, hará falta que estas iniciativas sean constantes, sostenidas y que los resultados alcanzados a raíz de estas actividades sean ampliamente divulgados al público.

Sabemos que el seguimiento continuo nunca fue la regla en el tema de las relaciones dominico-haitianas, pero esta vez, ciertos indicios, parecen confirmar una intención de desarrollar una labor más profunda y mejor organizada.

Este nuevo capítulo de relativa armonía que intenta abrirse entre los dos Estados de la isla de Quisqueya se debe considerar aún más vital y oportuno en estos precisos momentos, cuando, en tantas ocasiones, ha prevalecido la sensación de que la corriente nacionalista dominicana ciertamente minoritaria, indisputablemente retrógrada, pero extremadamente vociferante, se erigía a golpe de racismo, de xenofobia y de rencor, en el único protagonista que se consideraba capaz de diseñar la trayectoria a seguir en la construcción de las relaciones binacionales.

El aporte nacionalista al fortalecimiento de la amistad dominico-haitiana es justamente ese: El inmóvil discurso agresivo, contraproducente e incoherente, que siempre ha caracterizado esta abyecta ideología, ha despertado de su letargo a los sectores progresistas dominicanos y haitianos que, al parecer, han comprendido de repente la amplitud y la gravedad de los lamentables hechos que podría provocar la expansión de esa quimera nacionalista.

Han ocurrido ya muchas desgracias, directamente e indirectamente relacionadas con estos llamados a la confrontación periódicamente lanzados por las voces nacionalistas en diversos medios de comunicación. Los trágicos eventos de Hatillo Palma por ejemplo, encierran ese resabio de odio, de enemistad y de represalia ciega.

Es apenas creíble, pues parece una broma de mal gusto, que algunos persisten en el 2007, en justificar sus ideales nacionalistas antihaitianos por las “invasiones” hacia la parte Este de los filibusteros franceses, de Toussaint Louverture, de Jean Jacques Dessalines o por la ocupación de Jean Pierre Boyer.

Digo “broma” pues no le sabría poner otro nombre por la ridiculez de la argumentación justificativa, y también, digo de “mal gusto” pues ha causado y puede seguir causando incidentes, riñas, tragedias y muertes.

Decía entonces que la obstinación nacionalista en tratar el tema migratorio de manera discriminatoria, racista, improcedente y manipulando a su antojo el orgullo patriótico que existe en el alma y el corazón de cada uno de nosotros, ha provocado una feliz reacción de muchos otros sectores más serenos y más sinceramente interesados en la prosperidad y en la armonía sobre la isla.

En el ámbito de la política migratoria, se puede considerar como un avance, la elaboración del “Libro de extranjería”, a pesar de sus contradicciones pues, por una parte, pretende asegurar cierta tranquilidad y abrir las posibilidades del acceso a la educación a la progenitura de inmigrantes haitianos en territorio dominicano, pero, por otra parte, no está acompañado de ninguna medida de protección para los padres y madres de estos niños y estas niñas, dejando así el campo abierto para que se sigan registrando las reiterativas separaciones bruscas y violentas de miembros de una misma familia.

Es igualmente un avance que en marzo próximo, se reunirán en la ciudad de Santo Domingo, los gobernantes Fernández y Préval para debatir sobre programas que buscarán establecer estrategias conjuntas de los organismos especializados en la lucha en contra del narcotráfico.

En el aspecto cultural, los esfuerzos son aún más visibles. Personalmente, me agrada sobremanera pues estoy convencido de que los intercambios culturales derriban las murallas de los prejuicios, de los estereotipos y de los recelos. Además no olvidemos que la cultura no es solamente una finalidad en sí. La promoción de la cultura genera riquezas, desarrollo, florecimiento de la juventud, movilidad social, mejor entendimiento entre las naciones...

Y en este renglón cultural, me llamaron la atención, entre otros, dos magníficas actividades previstas para este año, que reunirán en la alegría y la sana diversión, a decenas de miles de personas de ambas naciones y que atrajeran turistas extranjeros de varias latitudes.

En efecto desde ya, muchos habitantes de la ciudad sureña haitiana de “Les Cayes”, están participando con un entusiasmo desbordante a la preparación de una feria nacional. El propósito principal de este primer encuentro es de servir como preensayo para la organización de la celebración de la feria binacional que tendrá lugar en las dos ciudades fronterizas de Elías Piña y Belladère, para la cual se pronostica una gran afluencia del público dominicano y haitiano.

Otro importante acontecimiento cultural previsto para el mes de marzo, lo es la celebración en el Estadio Quisqueya de Santo Domingo del primer “Festival de la Isla”, que reunirá casi una decena de las más populares orquestas haitianas y el sabroso merengue de los Hermanos Rosario entre otros conjuntos musicales dominicanos.

Rayaba ya lo absurdo que la música haitiana, siempre presente en espectáculos organizados en los Estados Unidos, en Canadá, en Francia, en la Antillas Menores, en todos los continentes y rincones del planeta, permanezca tan ausente de los escenarios del país más cercano y con el cual, tiene tanto que compartir.

El fanatismo nacionalista, también ha despertado una preocupación internacional dormida.

Si bien, ideólogos y adeptos del nacionalismo suelen enarbolar la defensa y el fortalecimiento de la soberanía, es obvio que los resultados de su política apuntan a todo lo contrario.

En realidad, el desacato de estos grupos conservadores a los ideales democráticos de los propios fundadores de la nación dominicana y el irrespeto de los derechos humanos de los dominicanos(as) de ascendencia haitiana y de los inmigrantes haitianos, lejos de fortalecer la soberanía de la patria de Juan Pablo Duarte, contribuye principalmente a debilitarla y a legitimar las misiones de observación provenientes de países extranjeros.

Alertados por actitudes tan catastróficas, países lejanos como el Estado de Noruega por ejemplo, se ha visto motivado en organizar unos talleres de debates entre personalidades y dirigentes de los dos países. En este mismo orden, viajaron a los bateyes dominicanos hace algunos meses, una delegación de legisladores del recién elegido Congreso americano para observar de cerca las condiciones infrahumanas en las cuales sobreviven los neo-esclavos de la caña.

Igualmente, la condenación del Estado dominicano por los tribunales de la CIDH en San José, Costa Rica y numerosos informes críticos presentados por múltiples organizaciones no gubernamentales que luchan a favor de la protección de los derechos humanos a través el mundo han sido productos del “laissez faire”, de la irresponsabilidad y de la terquedad nacionalista.

En conclusión, la exacerbación nacionalista nunca ha defendido, ni tampoco ha fortalecido la soberanía dominicana. Sólo ha contribuido y sigue contribuyendo a la internacionalización del tema migratorio domínico-haitiano.

Y cuando recordemos el servilismo histórico apenas disfrazado que desde siempre ha determinado el comportamiento oportunista ante las grandes potencias de estos sectores “patriotas”, nadie duda entonces de la capacidad de estas naciones ricas para colocar ideólogos y adeptos nacionalistas dentro de unas vías más honradas, dentro de unos carriles más decentes, de los cuales se habían alejado cada día más.

La mesura, la reflexión, el entendimiento, la voluntad del intercambio productivo, los proyectos ante problemas comunes, el debate con nivel, la democracia, las relaciones interpersonales constructivas son parte del presente, y es la esperanza de que cada día estos sentimientos, actitudes y prácticas se fortalezcan.
Y que los sectores progresistas dominicanos y haitianos hayan comprendido, más temprano que demasiado tarde, que la concordia es la única vía de progreso para la isla, lo debemos en parte a la degradación y al absurdo nacionalista cuya bulla infernal de su cabalgada loca ha conseguido despertarnos justo a tiempo de nuestro prolongado e irresponsable coma.

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