25 de enero de 2007

Al Primer Obispo Telésforo A. Isaac


PUBLICADO EN LA SECCION FIRMAS DE CLAVE DIGITAL EL DIA jueves, 25 de enero de 2007

DESDE HAITI
Steven Gehy


Al Primer Obispo Telésforo A. Isaac


PÉTION-VILLE, Haití.- En la hermana República Dominicana, muchas veces y no necesariamente con mala fe, suelen nacer, crecer, circular, y deplorablemente perdurar apreciaciones erróneas acerca de Haití, de su realidad cotidiana, de su historia y de su pueblo.

Para conocer una sociedad, -para comprender cualquier sociedad y no pecar y obrar involuntariamente por ignorancia-, se requiere de tiempo, de mucho tiempo, y un contacto contínuo con la misma.

Cuando un extranjero entra en contacto con otro pueblo, las primeras y superficiales impresiones no son siempre las correctas. En este sentido, podría contar aquí decenas de anécdotas propias e incomprensiones mías, que fueron precisamente frutos de este contacto nuevo, en ese entonces, con amigas y amigos dominicanos.

Quiero, por tanto, aportar aclaraciones para el Primer obispo Telésforo A. Isaac, porque me pareció que no ha captado el verdadero significado de las conversaciones que él sostuvo con las personalidades haitianas que menciona, en su artículo titulado “Semblanzas de Haití” publicado en Clave Digital.

No se trata de algún tipo de reproche al distinguido obispo pues estas deducciones son frecuentes.

Es normal y lógico que sus conclusiones sean esas. No es la primera vez y ciertamente no será la última que los haitianos y haitianas emitirán los argumentos que él señala, y no es la primera vez, y tampoco la última, que un oyente les hará esa equivocada interpretación.

En realidad, es un superficial análisis de parte del obispo Isaac quien no logró discernir, pues las desconoce, las sutilezas históricas y culturales que allí se esconden. Tampoco no alcanzó entender, -pues presumo que no tiene las informaciones necesarias- las razones que llevan a la conciencia colectiva haitiana a expresarse de esta manera.

Antes de todo, en Haití no “prevalece un falso orgullo que descansa primordialmente en hechos históricos”. Lo que sí existe es un orgullo justo y merecido de este glorioso pasado histórico, que todos los sectores democráticos de muchísimos países de la tierra comparten, elogian y celebran con la nación haitiana.

De hecho, estas epopeyas haitianas del siglo XIX, que algunas ideologías racistas se han afanado en reducir a la mínima expresión -ya que estas hazañas contrariaban muchos intereses potentes-, deben ser difundidas una y otra vez, tanto en Haití como en el exterior, para cimentar aun más la identificación de la nación haitiana con ella misma, sin incentivar algún resentimiento u odio hacia las naciones que fueron sus antiguos adversarios.

Creo que esto ha sido logrado en las mentalidades aquí en Haití, pues es evidente que a pesar de los sangrientos conflictos del pasado con el Ejército napoleónico y a pesar de este orgullo haitiano virilmente criticado por el obispo, no existe en Haití una ideología antifrancesa en ninguna parte del país, al igual que en República Dominicana, no se percibe ningún rencor de las pasadas guerras devastadoras y sanguinarias en contra del ejército español.

El pensamiento colectivo, en los dos países, ha superado ese pasado conflictivo y todos, hacemos netamente la diferencia entre lo que fue la relación con los adversarios coloniales del pasado, y lo que es hoy la nueva realidad de las relaciones franco-haitianas, y el nuevo contexto de los vínculos de la República Dominicana con España. Ahora bien, que algunos sectores en Haití y en República Dominicana no hayan sido capaces de superar los traumas de la historia, es lamentable y es otro tema.

Con relación al béisbol, que no se juega en Haití, el obispo Isaac tampoco entendió el trasfondo histórico del argumento de su interlocutor, quien desconozco. Pero, lo importante es entender que la antipatía haitiana persistente e indeleble hacia este deporte, proviene de una postura de resistencia firme del pueblo haitiano ante la desastrosa y cruel invasión americana en Haití, de 1915 a 1934.

Parte de la estrategia americana en esa época fue tratar de implementar el juego del béisbol en Haití, para intentar acercarse al pueblo haitiano y así suavizar la opinión pública ante las bestialidades de esta invasión que duró diecinueve años.

Allí no se trataba del aspecto deportivo; se trataba mas bien de una perversa maquinación política, que generó el repudio absoluto de la población haitiana, sometida en esa época a los abusos infernales de las botas yankees. Fue una profunda respuesta política y social de lucha, y de protesta en contra de la ocupación de los Marines, por lo que no le importa a ningún haitiano que un profesional del béisbol gane gigantescas fortunas practicando este deporte.

Este beneficio se queda sin trascendencia ante la lucha de todo un pueblo martirizado, enfrentándose a unos poderes imperialistas. La voluntad de un pueblo no se vende. La voluntad de un pueblo no se compra. Además, es muy común hoy en día, lograr estas fortunas en el ámbito del fútbol, que es el deporte nacional y predilecto en Haití. Justo ayer, flotaba orgullosamente la bandera haitiana en el principal estadio de Trinidad y Tobago, donde la selección haitiana acababa de ganar magistralmente el trofeo de la Copa del Caribe 2007.

Inmediatamente después del partido, anoche se lanzaron en las calles de Haití millones de mujeres y hombres celebrando la victoria de su equipo nacional, convirtiendo las ciudades en gigantescos escenarios de música, de tambores, de bailes, de hermandad y también de orgullo, lo que no se había visto desde 1973 cuando Haití logró la clasificación para el torneo mundial de Munich, Alemania. Anoche, por un espacio de horas de celebración, haitianos y haitianas se olvidaron que viven en el país más pobre del hemisferio y se llenaron de optimismo, de euforia, de esperanza y de orgullo.

Y pregunto al distinguido obispo: ¿Cuál es entonces la falta? ¿Cuál es el pecado que se comete cuando unos ciudadanos y ciudadanas se sienten orgullosos de sus héroes fundadores, de su pasado, de su historia o, como hoy, de su equipo nacional de fútbol? ¿Cuál es la infracción? ¿Cuál es el delito? ¿Cuál es el crimen en que la fiesta y el orgullo reunieron ayer millones de haitianos y haitianas de todas las clases sociales, en todas las ciudades del país?

Ojalá se pueda repetir tal evento y tal celebración todos los días. Bienaventurado sea que los haitianos y haitianas tengan la oportunidad de sentirse orgullosos de su tierra todos los días.

El crimen, no lo veo en esos logros. Lo veo más bien en las voces nacionales y extranjeras, en las ideologías retrógradas y conservadores, que justamente anhelan mitigar este orgullo del pueblo haitiano, para quitarles fuerzas para seguir superándose y triunfar en sus luchas justas.

Por otro lado, tampoco comparto las afirmaciones del Dr Jean, ex miembro de la Junta de Notables del sombrío gobierno pasado y provisional de Haití. La nación haitiana sí tiene unos “objetivos, propósitos, preocupaciones y metas comunes”. Ahora, que un reducido clan, tanto nacional como extranjero, intente constantemente arrebatarle al pueblo haitiano su derecho a la prosperidad, a la justicia, a la salud, a la educación, al desarrollo, en fin a la vida digna, es también otro tema que por razón de espacio, no trataré en el presente artículo.

Y finalmente, es verdad, como bien dice el respetado obispo, que “los dos pueblos están llamados a ir hacia delante, alentados con planes y programas bien concebidos”. Algunos actos recientes parecen aportar una luz de armonía en las relaciones domínico-haitianas, después de los inoportunos e incompresibles exabruptos del Canciller Troncoso.

La hermana República Dominicana, felizmente no tardó en asumir una postura loable y juiciosa, reparando así el indeseable e innecesario cuadro de tensión propiciado por el improcedente discurso en Madrid del Canciller dominicano.

En efecto, se vió en la reunión de ochenta empresarios dominicanos y haitianos en la sede diplomática dominicana en Haití, la justa condena a largas penas carcelarias de los culpables de las muertes de veinticuatro indocumentados haitianos, y los encuentros en Santo Domingo y en Port-au-Prince entre los honorables legisladores de ambos países.

Los legisladores suscribieron importantes acuerdos, que contemplan, entre otros proyectos multilaterales, la construcción de un gran mercado binacional, la enseñanza obligatoria del créole y del español en los pueblos fronterizos de ambos lados de la isla, la ejecución del corredor transfronterizo en el norte de la isla y la reactivación de la comisión mixta binacional; todas estas disposiciones posibilitarán sin duda alguna, el establecimiento de unas mejores relaciones entre nuestras dos naciones.

Ojalá entonces que esta brisita de armonía, que hoy sopla sobre la isla de Quisqueya, para el bien de nuestras patrias, se convierta poco a poco en un verdadero diluvio, una verdadera tormenta de respeto mutuo, de solidaridad, de hermandad, y que arrastre para siempre las semillas del odio, de los prejuicios, de la enemistad, del racismo, que algunos, aquí como allá, intentan desesperadamente, fijar en el corazón y en el alma de nuestras respectivas poblaciones.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

COMO SERAN LAS RELACIONES DOMINICO-HAITIANAS EN UN FUTURO ????? SENCILLO VIENE UNA GRAN GUERRA PORQUE LOS HAITIANOS NOS SIGUEN INVADIENDO COMO SIEMPRE Y YA ESTAMOS HARTOS Y CANSADOS DE LA MISMA SITUACION, PUES LOS HAITIANOS SE CREEN QUE LA REPUBLICA DOMINICANA ES UNA HERENCIA, LOS HAITIANOS LLEGARON ULTIMO A ESTAS TIERRAS HISPANIOLAS TRAIDOS POR LOS FRANCESES Y SE CREEN LOS DUEÑOS Y SEÑORES DE ESTAS TIERRAS. QUEDENSE EN HAITI Y EVITEN LA GUERRA PORQUE VAMOS HACER EL MURO FRONTERIZO PORQUE EL MURO EVITARA LA GUERRA.