DESDE HAITI
Nuevas visiones, nuevas actitudes…mejores relaciones (y parte última)
por Steven Gehy
PÉTION-VILLE, Haití.- Tengo mucha fe en el futuro de las relaciones domínico-haitianas. En efecto, cada día más, van saliendo de la sombra y despertando de su timidez, las voces sinceras y racionales que en ambos lados de la frontera, entienden la necesidad de fortalecer los lazos de cooperación y de amistad entre la República Dominicana y Haití.
Los esfuerzos que se están haciendo en muchos ámbitos, tanto en República Dominicana como en Haití, están a la vista de todos, por lo que me abstendré de discurrir sobre ellos en esta oportunidad.
Sin embargo, no quiero pasar por alto una opinión que compartía hace algunos días con algunos excelentes compañeros(as) dominicanos(as) que residen en Haití:
Les comentaba y estuvimos de acuerdo todos, en que la ideología anti-haitiana trujillista últimamente se estaba quedando sin oxigeno, se estaba asfixiando, estaba agonizando. Lentamente, muy lentamente, es verdad, pero sin duda alguna, de forma irreversible.
Esta corriente anti-haitiana estéril --afirmábamos también-- se está extinguiendo para ceder el espacio a unas relaciones más respetuosas y fundamentadas principalmente sobre estudios profesionales, informes técnicos, proyectos conjuntos e intercambios comerciales y culturales.
Hoy en día, las agrupaciones de voceros del pensamiento racista antihaitiano se han reducido drásticamente a algunos pocos moderadores de programas de radio y de televisión, quienes desperdician el tiempo divagando detrás de un micrófono o frente a las cámaras durante unos calamitosos segmentos de quince minutos o de media hora que, si no estuviésemos hablando de un tema tan importante, calificaría de “chistosos”.
En la prensa escrita, las bocinas neo-nacionalistas se han condensado en no más de una decena de articulistas irresponsables e insensatos que desahogan su veneno xenofóbico sobre el papel, haciendo uso siempre de una argumentación incoherente, enredada y grotesca.
En los círculos políticos, el discurso antihaitiano también ha decrecido siendo ahora la boya de salvamento de muy pocos políticos ávidos de electorado, de poder y de chivos expiatorios.
Dentro de estos grupos mencionados, es importante resaltar un denominador común:
Todos demuestran, antes de todo, una comezón irresistible y sórdida para humillar, denigrar, deshumanizar todo lo que sea haitiano, todo lo que es Haití. Evidencian todos, sin excepción, una verdadera y lamentable lumpenización del pensamiento.
En efecto, muchas veces, he observado con asombro ese inexplicable automatismo antihaitiano de querer opacar, degradar o desacreditar hasta el menor logro o algún feliz suceso que haya acontecido en tierra haitiana.
Y cuando el deseo de hacer daño se vuelve tan incontrolable, cuando la avidez de difamar alcanza niveles tan elevados, la explicación de estas actitudes no se encuentra en la sociología o en la psicología: Hay que buscarla en la ciencia psiquiátrica.
En Haití, felizmente, no existe una ideología anti-dominicana. Esta solamente nace y muere en la cabeza de los ideólogos antihaitanos dominicanos. Si existiese en Haití, la denunciaría, la condenaría y la combatiera pues la encontraría tan aberrante como lo es el anti-haitianismo.
Ahora bien, siendo haitiano, no es mi rol el de demostrar que en Haití no existe una ideología anti-dominicana. La tarea de comprobar la presencia en la sociedad haitiana de tal pensamiento, incumbe más bien a aquellos que en la República Dominicana alegan lo contrario.
Me permitiré sólo expresar lo siguiente: La actitud que prevalece en Haití ante el tema dominicano en realidad, es otra. Aquí, hay una notable indiferencia ante lo que sucede en territorio dominicano. Es por igual un comportamiento lamentable, que hay que cambiar y que ya esta cambiando.
Pero pienso también que es una responsabilidad de la opinión pública dominicana, la de exigir que oradores, periodistas, escritores dominicanos, documenten sus aseveraciones con relación a este tema.
No basta escribir, por ejemplo, que en Haití, se enseña a los niños y niñas que “la isla es una e indivisible”. Un articulista haciendo una afirmación de este tipo estaría actuando de manera responsable, sólo si acompañase tal declaración con los nombres de libros y de autores haitianos que divulgan esta tesis en las aulas escolares.
Cualquier autor que afirme que existe algún anti-dominicanismo en Haití, debería por ejemplo, ser capaz de narrar a sus compatriotas, por lo menos, un solo episodio de alguna turba justiciera haitiana que se haya lanzado a las calles con machetes y palos con el propósito de agredir a la comunidad dominicana que reside en diversas ciudades del territorio haitiano. Hasta el sol de hoy, siquiera una sola noticia de este tipo me ha llegado a los oídos.
Pero lo importante de todo esto, es que a pesar de la mala fe de unos pocos y a pesar de algunas incomprensiones recíprocas, hay que reconocer que las relaciones binacionales dominico-haitianas, como bien escribía al principio, se están orientando hacia un buen camino en múltiples aspectos. Esto, lo debemos a ciudadanos y ciudadanas de las dos naciones.
Claro, se puede lograr mucho más, y así será. No hay que esperar como sugieren algunos, que se reúnan unas supuestas “condiciones ideales” para seguir avanzando hacia nuevas visiones y nuevas actitudes.
El mejor momento, es ahora.
Ver artículo y comentarios de lectores por Clave Digital
Los esfuerzos que se están haciendo en muchos ámbitos, tanto en República Dominicana como en Haití, están a la vista de todos, por lo que me abstendré de discurrir sobre ellos en esta oportunidad.
Sin embargo, no quiero pasar por alto una opinión que compartía hace algunos días con algunos excelentes compañeros(as) dominicanos(as) que residen en Haití:
Les comentaba y estuvimos de acuerdo todos, en que la ideología anti-haitiana trujillista últimamente se estaba quedando sin oxigeno, se estaba asfixiando, estaba agonizando. Lentamente, muy lentamente, es verdad, pero sin duda alguna, de forma irreversible.
Esta corriente anti-haitiana estéril --afirmábamos también-- se está extinguiendo para ceder el espacio a unas relaciones más respetuosas y fundamentadas principalmente sobre estudios profesionales, informes técnicos, proyectos conjuntos e intercambios comerciales y culturales.
Hoy en día, las agrupaciones de voceros del pensamiento racista antihaitiano se han reducido drásticamente a algunos pocos moderadores de programas de radio y de televisión, quienes desperdician el tiempo divagando detrás de un micrófono o frente a las cámaras durante unos calamitosos segmentos de quince minutos o de media hora que, si no estuviésemos hablando de un tema tan importante, calificaría de “chistosos”.
En la prensa escrita, las bocinas neo-nacionalistas se han condensado en no más de una decena de articulistas irresponsables e insensatos que desahogan su veneno xenofóbico sobre el papel, haciendo uso siempre de una argumentación incoherente, enredada y grotesca.
En los círculos políticos, el discurso antihaitiano también ha decrecido siendo ahora la boya de salvamento de muy pocos políticos ávidos de electorado, de poder y de chivos expiatorios.
Dentro de estos grupos mencionados, es importante resaltar un denominador común:
Todos demuestran, antes de todo, una comezón irresistible y sórdida para humillar, denigrar, deshumanizar todo lo que sea haitiano, todo lo que es Haití. Evidencian todos, sin excepción, una verdadera y lamentable lumpenización del pensamiento.
En efecto, muchas veces, he observado con asombro ese inexplicable automatismo antihaitiano de querer opacar, degradar o desacreditar hasta el menor logro o algún feliz suceso que haya acontecido en tierra haitiana.
Y cuando el deseo de hacer daño se vuelve tan incontrolable, cuando la avidez de difamar alcanza niveles tan elevados, la explicación de estas actitudes no se encuentra en la sociología o en la psicología: Hay que buscarla en la ciencia psiquiátrica.
En Haití, felizmente, no existe una ideología anti-dominicana. Esta solamente nace y muere en la cabeza de los ideólogos antihaitanos dominicanos. Si existiese en Haití, la denunciaría, la condenaría y la combatiera pues la encontraría tan aberrante como lo es el anti-haitianismo.
Ahora bien, siendo haitiano, no es mi rol el de demostrar que en Haití no existe una ideología anti-dominicana. La tarea de comprobar la presencia en la sociedad haitiana de tal pensamiento, incumbe más bien a aquellos que en la República Dominicana alegan lo contrario.
Me permitiré sólo expresar lo siguiente: La actitud que prevalece en Haití ante el tema dominicano en realidad, es otra. Aquí, hay una notable indiferencia ante lo que sucede en territorio dominicano. Es por igual un comportamiento lamentable, que hay que cambiar y que ya esta cambiando.
Pero pienso también que es una responsabilidad de la opinión pública dominicana, la de exigir que oradores, periodistas, escritores dominicanos, documenten sus aseveraciones con relación a este tema.
No basta escribir, por ejemplo, que en Haití, se enseña a los niños y niñas que “la isla es una e indivisible”. Un articulista haciendo una afirmación de este tipo estaría actuando de manera responsable, sólo si acompañase tal declaración con los nombres de libros y de autores haitianos que divulgan esta tesis en las aulas escolares.
Cualquier autor que afirme que existe algún anti-dominicanismo en Haití, debería por ejemplo, ser capaz de narrar a sus compatriotas, por lo menos, un solo episodio de alguna turba justiciera haitiana que se haya lanzado a las calles con machetes y palos con el propósito de agredir a la comunidad dominicana que reside en diversas ciudades del territorio haitiano. Hasta el sol de hoy, siquiera una sola noticia de este tipo me ha llegado a los oídos.
Pero lo importante de todo esto, es que a pesar de la mala fe de unos pocos y a pesar de algunas incomprensiones recíprocas, hay que reconocer que las relaciones binacionales dominico-haitianas, como bien escribía al principio, se están orientando hacia un buen camino en múltiples aspectos. Esto, lo debemos a ciudadanos y ciudadanas de las dos naciones.
Claro, se puede lograr mucho más, y así será. No hay que esperar como sugieren algunos, que se reúnan unas supuestas “condiciones ideales” para seguir avanzando hacia nuevas visiones y nuevas actitudes.
El mejor momento, es ahora.
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2 comentarios:
Hola Steven, te escribo desde Venezuela. He estado ayudando a mi hijo para una investigación escolar sobre Haití y me ha fascinado la historia de la valiente Haití. Acabo de encontrarme con tu blog, y es admirable el amor que sientes por tu patria.
Un abrazo, Solèy leve...
Nora
Gracias Estimada Amiga por su comentario. Estaré siempre disponible para Usted para cualquier información que necesite sobre Haití. Un muy cordial abrazo.
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