DESDE HAITI
Contestando a Zarithza (y parte última)
PÉTION-VILLE, Haití.- Casi siempre, se requiere de mucha humildad, de inmensa serenidad y de abundante valor para uno mismo aceptar que ha sido engañado, engatusado, manipulado.
Como si se respondiese a una postura instintiva de preservar su amor propio, el ser humano se resiste a admitir las evidencias que contradicen las creencias con las cuales ha crecido o ha ido adquiriendo durante toda la vida. Pocos de nosotros logramos vencer ese orgullo perverso y mal ubicado que nos impide reconocer simplemente que hemos construido todo un pensamiento, una ideología global, basándonos en ideas falsas, inexactas e improcedentes.
Creo pues que los adeptos del antihatianismo tienen que superar este reflejo primario y aprender a escuchar otras voces sin sentirse acorralados ni ofendidos.
Los seguidores de las posiciones xenofóbicas, los que expresan una inexplicable repulsión de sus raíces africanas, los que se aferran a los insultos y a las difamaciones cuando del tema de Haití se trata, tienen que esforzarse más bien en elaborar una reflexión constructiva, útil y respetuosa ante escritos u opiniones diferentes de los que durante años, les vienen acostumbrando el conjunto de voces “nacionalistas” dominicanas.
Para lograr esto, para que desaparezcan los mitos y estereotipos antihaitianos – o que por lo menos disminuyen- las dominicanas y los dominicanos, sencillamente tienen que interesarse en conocer el verdadero rostro de Haití, su pueblo, sus realidades, sus dificultades, sus luchas, sus logros, sus sueños...
La laboriosa comunidad dominicana que reside en Haití constituye un elemento esencial para ampliar la transmisión de informaciones fidedignas en República Dominicana, pues puede fácilmente compartir sus percepciones y experiencias en la tierra haitiana que le acoge con sus compatriotas que no conocen el país, o con los que solamente lo imaginan desde la lamentable perspectiva “nacionalista”.
Estimada Zarithza, “para no herir los sentimientos de los haitianos”, insisto que hay que enterrar los mitos y las fábulas. Hay que abandonar por ejemplo el subterfugio nacionalista que consiste en machacar y descontextualizar las invasiones haitianas del pasado para intentar plasmar en la población dominicana que existe en Haití hoy en día, algún tipo de odio, de envidia, de rivalidad o ambición de conquista del territorio dominicano.
Esta pretensión no existe en Haití. Tampoco existe en Haití, alguna intención de fusión con la hermana y soberana República Dominicana.
He observado igualmente que algunos protagonistas nacionalistas dominicanos suelen intentar “herir los sentimientos de los haitianos” refiriéndose, como si fuese un insulto, a la pobreza económica de la gran mayoría del pueblo haitiano.
Ser pobre no es una vergüenza, ni un delito. Lo que sí es una infamia, es calumniar, difamar a unos seres humanos por su color, su nacionalidad, su nivel económico o por su estatus migratorio. Lo que sin duda es un abominable crimen es explotar, abusar, esclavizar y aprovecharse sin compasión de la vulnerabilidad de unos inmigrantes económicos indocumentados que solo buscan y rebuscan el pan para su familia.
Estos últimos, para nada tienen que sentirse avergonzados por ser pobres, por trabajar de sol a sol y recibir luego un salario de miseria, cuando no se le ocurre a algún director de proyecto, llamar a las oficinas de migración para ejecutar las deportaciones justo antes del día de pago.
Los que tienen que avergonzarse son los explotadores y sanguijuelas que pululen dentro de nuestras respectivas elites económicas, políticas, judiciales, religiosas; sin querer quitar honor y mérito a empresarios honestos, políticos íntegros, militares intachables, jueces insobornables, religiosos conscientes... porque los hay, y quizás más que los primeros.
Estimada Zarithza, “para no herir los derechos humanos de los haitianos”:
Se necesita que las repatriaciones se efectúen de forma digna, civilizada, humana... De hecho, existen acuerdos entre República Dominicana y Haití sobre las mismas. Conviene su estudio y difusión. Para citar un solo elemento en ese acuerdo, existe la normativa de que es formalmente prohibido realizar repatriaciones antes de las 6 AM y después de las 6 PM.
Lamentablemente, en innumerables veces, inmigrantes haitianos golpeados y heridos, mujeres haitianas atropelladas y violadas, niños y niñas sin sus padres y aterrorizados, han sido llevados y abandonados por militares y agentes de migración dominicana en algún punto de la frontera en horas muy avanzadas de la noche. Se han registrado violentas deportaciones de indocumentados haitianos a las dos de la mañana.
Los documentos de identidad emitidos por las oficinas gubernamentales dominicanas tienen que ser imperativamente respetados por sus oficiales. Ese no es el caso hasta el día de hoy. En efecto, nadie ignora que durante las agresivas interpelaciones y redadas, algunos representantes del orden suelen destruir en la misma cara del inmigrante, el único documento que este último posee y con el que se puede comprobar su estatus migratorio en territorio dominicano.
Debe respetarse la dignidad humana. Es indispensable que los y las inmigrantes, los descendientes de haitianos y el pueblo haitiano tengan un trato desprejuiciado, sin preconcebirlos como inferiores. Debe respetarse y valorarse la cultura haitiana, como son su lengua, creencias religiosas, arte, música…entre otras manifestaciones culturales. Haití, sin duda es un país económicamente pobre pero su cultura encierra riquezas inmensas.
Debe eliminarse el hacerse de la “vista gorda” de algunas autoridades, instituciones y miembros de la comunidad ante saqueos, robos, agresiones, ataques en turbas a haitianos y haitianas, sin importar sin son culpables o inocentes.
Obviamente que lo adecuado, lo prudente y lógico es permitir que los organismos correspondientes hagan su trabajo de investigación con sentido de justicia. Los tristes eventos ocurridos en Hatillo Palma representan una de las más cínicas expresiones del “laissez faire” de las autoridades en el vecino país.
En República Dominicana, debe aplicarse la Constitución dominicana y las leyes de migración sin que estas sean manipuladas y tergiversadas. Asimismo, deben redefinirse trámites burocráticos y costos: los primeros tienen muchas barreras administrativas y los segundos son altos.
Se necesita superar estas situaciones para que las tramitaciones no sigan siendo tan onerosas. Se piensa y es evidente que esto se hace de una manera expresa para dificultar que se saquen los documentos, y así mantenerse la vulnerabilidad y el limbo social de estos grupos, lo que ayuda a una mayor explotación.
Creo que es hora que todo esto en definitiva cambie. Creo que es tiempo que todo esto finalmente mejore.
Hasta acá Zarithza mis humildes ideas. Como usted señala, luego exteriorizará sus ideas, las cuales examinaré con verdadera fruición y respeto. Así como con todas las ideas de quienes participen de estas inquietudes, para que con sentimientos positivos de superación, podamos ser un Haití y una República Dominicana con relaciones productivas y armoniosas.
Ver artículo y comentarios de lectores en Clave Digital
Como si se respondiese a una postura instintiva de preservar su amor propio, el ser humano se resiste a admitir las evidencias que contradicen las creencias con las cuales ha crecido o ha ido adquiriendo durante toda la vida. Pocos de nosotros logramos vencer ese orgullo perverso y mal ubicado que nos impide reconocer simplemente que hemos construido todo un pensamiento, una ideología global, basándonos en ideas falsas, inexactas e improcedentes.
Creo pues que los adeptos del antihatianismo tienen que superar este reflejo primario y aprender a escuchar otras voces sin sentirse acorralados ni ofendidos.
Los seguidores de las posiciones xenofóbicas, los que expresan una inexplicable repulsión de sus raíces africanas, los que se aferran a los insultos y a las difamaciones cuando del tema de Haití se trata, tienen que esforzarse más bien en elaborar una reflexión constructiva, útil y respetuosa ante escritos u opiniones diferentes de los que durante años, les vienen acostumbrando el conjunto de voces “nacionalistas” dominicanas.
Para lograr esto, para que desaparezcan los mitos y estereotipos antihaitianos – o que por lo menos disminuyen- las dominicanas y los dominicanos, sencillamente tienen que interesarse en conocer el verdadero rostro de Haití, su pueblo, sus realidades, sus dificultades, sus luchas, sus logros, sus sueños...
La laboriosa comunidad dominicana que reside en Haití constituye un elemento esencial para ampliar la transmisión de informaciones fidedignas en República Dominicana, pues puede fácilmente compartir sus percepciones y experiencias en la tierra haitiana que le acoge con sus compatriotas que no conocen el país, o con los que solamente lo imaginan desde la lamentable perspectiva “nacionalista”.
Estimada Zarithza, “para no herir los sentimientos de los haitianos”, insisto que hay que enterrar los mitos y las fábulas. Hay que abandonar por ejemplo el subterfugio nacionalista que consiste en machacar y descontextualizar las invasiones haitianas del pasado para intentar plasmar en la población dominicana que existe en Haití hoy en día, algún tipo de odio, de envidia, de rivalidad o ambición de conquista del territorio dominicano.
Esta pretensión no existe en Haití. Tampoco existe en Haití, alguna intención de fusión con la hermana y soberana República Dominicana.
He observado igualmente que algunos protagonistas nacionalistas dominicanos suelen intentar “herir los sentimientos de los haitianos” refiriéndose, como si fuese un insulto, a la pobreza económica de la gran mayoría del pueblo haitiano.
Ser pobre no es una vergüenza, ni un delito. Lo que sí es una infamia, es calumniar, difamar a unos seres humanos por su color, su nacionalidad, su nivel económico o por su estatus migratorio. Lo que sin duda es un abominable crimen es explotar, abusar, esclavizar y aprovecharse sin compasión de la vulnerabilidad de unos inmigrantes económicos indocumentados que solo buscan y rebuscan el pan para su familia.
Estos últimos, para nada tienen que sentirse avergonzados por ser pobres, por trabajar de sol a sol y recibir luego un salario de miseria, cuando no se le ocurre a algún director de proyecto, llamar a las oficinas de migración para ejecutar las deportaciones justo antes del día de pago.
Los que tienen que avergonzarse son los explotadores y sanguijuelas que pululen dentro de nuestras respectivas elites económicas, políticas, judiciales, religiosas; sin querer quitar honor y mérito a empresarios honestos, políticos íntegros, militares intachables, jueces insobornables, religiosos conscientes... porque los hay, y quizás más que los primeros.
Estimada Zarithza, “para no herir los derechos humanos de los haitianos”:
Se necesita que las repatriaciones se efectúen de forma digna, civilizada, humana... De hecho, existen acuerdos entre República Dominicana y Haití sobre las mismas. Conviene su estudio y difusión. Para citar un solo elemento en ese acuerdo, existe la normativa de que es formalmente prohibido realizar repatriaciones antes de las 6 AM y después de las 6 PM.
Lamentablemente, en innumerables veces, inmigrantes haitianos golpeados y heridos, mujeres haitianas atropelladas y violadas, niños y niñas sin sus padres y aterrorizados, han sido llevados y abandonados por militares y agentes de migración dominicana en algún punto de la frontera en horas muy avanzadas de la noche. Se han registrado violentas deportaciones de indocumentados haitianos a las dos de la mañana.
Los documentos de identidad emitidos por las oficinas gubernamentales dominicanas tienen que ser imperativamente respetados por sus oficiales. Ese no es el caso hasta el día de hoy. En efecto, nadie ignora que durante las agresivas interpelaciones y redadas, algunos representantes del orden suelen destruir en la misma cara del inmigrante, el único documento que este último posee y con el que se puede comprobar su estatus migratorio en territorio dominicano.
Debe respetarse la dignidad humana. Es indispensable que los y las inmigrantes, los descendientes de haitianos y el pueblo haitiano tengan un trato desprejuiciado, sin preconcebirlos como inferiores. Debe respetarse y valorarse la cultura haitiana, como son su lengua, creencias religiosas, arte, música…entre otras manifestaciones culturales. Haití, sin duda es un país económicamente pobre pero su cultura encierra riquezas inmensas.
Debe eliminarse el hacerse de la “vista gorda” de algunas autoridades, instituciones y miembros de la comunidad ante saqueos, robos, agresiones, ataques en turbas a haitianos y haitianas, sin importar sin son culpables o inocentes.
Obviamente que lo adecuado, lo prudente y lógico es permitir que los organismos correspondientes hagan su trabajo de investigación con sentido de justicia. Los tristes eventos ocurridos en Hatillo Palma representan una de las más cínicas expresiones del “laissez faire” de las autoridades en el vecino país.
En República Dominicana, debe aplicarse la Constitución dominicana y las leyes de migración sin que estas sean manipuladas y tergiversadas. Asimismo, deben redefinirse trámites burocráticos y costos: los primeros tienen muchas barreras administrativas y los segundos son altos.
Se necesita superar estas situaciones para que las tramitaciones no sigan siendo tan onerosas. Se piensa y es evidente que esto se hace de una manera expresa para dificultar que se saquen los documentos, y así mantenerse la vulnerabilidad y el limbo social de estos grupos, lo que ayuda a una mayor explotación.
Creo que es hora que todo esto en definitiva cambie. Creo que es tiempo que todo esto finalmente mejore.
Hasta acá Zarithza mis humildes ideas. Como usted señala, luego exteriorizará sus ideas, las cuales examinaré con verdadera fruición y respeto. Así como con todas las ideas de quienes participen de estas inquietudes, para que con sentimientos positivos de superación, podamos ser un Haití y una República Dominicana con relaciones productivas y armoniosas.
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