Amigos(as), a continuación, la traducción -del francés al español- del discurso integral, pronunciado en Haití, por la Secretaria de Estado de Francia ante el Ministro de Asuntos Exteriores, la joven, hermosa y radiante Rama Yade.
Disculpe por favor posibles errores de español en la traducción:Señoras, Señores,
Hay amistades quizás sin choques, sin sombras, sin dramas: la relación que une Francia y Haití no es, en todo caso, de aquéllas. Se estableció en el dolor y el desgarramiento. Pero, quizás es más profundo. Resistió a la distancia y al tiempo. Querría hablarles de esta amistad, recordar nuestra memoria común, sin olvidar sus heridas, y también, y sobre todo, mencionar lo que podría ser su futuro.
La colonia de Saint Domingue era rica. Entonces, era necesario extraer un máximo para enriquecer la metrópolis por medio de la trata y del comercio triangular. Que el siglo XVIII sea el de la libertad no impedía a un tal filósofo progresista, Voltaire, de colocar su dinero en este horrible comercio. Era sin contar con la Revolución francesa que vino a colocar los fundamentos de un nuevo carácter político, el de la democracia y de los derechos humanos.
Los Haitianos entonces se apoderaron del discurso de los amos. Los sorprendieron en el acto. Exigieron para ellos mismos esta libertad y estos derechos. Como lo diría Brière: "Cinco siglos les vio las armas en la mano y aprendieron a las razas explotadoras la pasión de la libertad".
La universalidad solamente verbal se convertía en realidad en Haití y de ahí, "la “négritude” se puso de pie por primera vez y dijo que creía en su humanidad", como lo escribió Aimé Césaire. Oh, por supuesto, los que iban pronto a llamarse Haitianos no habían esperado la declaración de los derechos humanos para huir de las cadenas, cimarronear, aún y siempre, lo más lejos posible, a cualquier precio. Pero, a pesar de todo, la declaración de 1789 tronaba estas palabras revolucionarias: "Todos los hombres nacen iguales..." "y no solamente sobre las orillas de la “Seine” o de la “Tamise”, en Berlín o Madrid, y también, y por igual, bajo los Trópicos."
La independencia de Haití vendrá el 1 de enero de 1804. La víspera, el 31 de diciembre, los generales se habían reunido en Gonaïves, para escuchar el Acto de esta independencia. Dessalines lo escribió la noche, a su mesa de trabajo, con fiebre. El día siguiente, temprano en la mañana, siempre en Gonaïves, clarines y tambores resonaron de todos los lados. Soldados y civiles, entusiastas, ruidosos, llenaron las calles en un abrir y cerrar de ojo. El pueblo fluyó de las campañas. Una muchedumbre inmensa, donde mujeres y jóvenes muchachas ricamente vestidas acompañaban a los soldados para llegar en seguida al Parque de las Armas. A las siete de la mañana, mientras que un sol radiante iluminaba la Ciudad, Dessalines, rodeado con la brillantez comitiva de los generales, atravesó la muchedumbre, subió las marchas del altar de la patria y recordó, en un vehemente discurso en créole, todos los tormentos que los nativos habían aguantado bajo la soberanía francesa. Al terminar, levantó el brazo y declaró: "Juremos de combatir hasta el último suspiro para la independencia de nuestro país". Ese día, de todos los pechos, brotó, formidable, acentuado por la voz seca y rabiosa de los cañones, el juramento, mil veces repetido, "de vivir libre o morir". Un nuevo Estado había nacido.
La esclavitud no resistirá a esta conmoción. Colapsó sobre su base. Exilien Heurtelou, el redactor principal de un famoso Diario de Port-au-Prince, escribirá más tarde:
"Nosotros, todos hijos de África, esparcidos en esta extensa América, estamos escuchando, el corazón abierto, esperando el primer ruido de la caída de la esclavitud para empujar hacia el cielo el más extenso grito de alegría que, desde el valle terrestre nunca ha subido allí".
La irrupción sobre la escena de la Historia mundial de estos esclavos vencedores de las tropas napoleónicas, el triunfo de esta rebelión hizo que Haití alcanzara un renombre y un prestigio que permanece hoy aún de una excepcional vivacidad a través de América. Pero no fue todo. En la actualidad, cada ciudad, cada aldea, cada localidad de aquí canta la epopeya de Haití: Gonaïves, Cabo-Haitiano, Jacmel, Les Cayes, Pétionville, Jérémie, Saint- Marc. A la evocación de estos nombres, el pueblo negro de todos los países tiene aún el vértigo.
Pero, en su historia, la gloria se convierte al trágico. He aquí Haití mártir... Su país sufrió durante dos siglos de regímenes autoritarios, de dictaduras sangrientas y de una larga lista de golpes de Estado cuya serie precipitada contrasta con la inmutable y desesperada miseria del pueblo... como si un destino celoso de este resplandor demasiado intenso se había hostigado contra ustedes. Corresponde a los historiadores pronunciarse sobre las razones de esta evolución. Notemos, simplemente, que nada preparaba esta sociedad aplastada por la esclavitud a los riesgos de la libertad. El peso de la opresión no se desmayó con la salida de los colonos. Siguió pesando excesivamente sobre los espíritus, trabajando las almas y los comportamientos.
Léon Laleau lo había dicho utilizando términos fuertes: “Este corazón insistente, que no corresponde con mi lengua y mis hábitos, y sobre el cual muerden, como un calambre, sentimientos prestados y hábitos de Europa. ¿Sienten Ustedes este sufrimiento y esta desesperación que nunca se podrán aplacar con palabras de Francia, este corazón que me llegó de Senegal?”
Fue también difícil para Francia. En la actualidad, ya no huye de este pasado. De la misma manera que fue el primer Estado que decretó un código negro, fue la primera que por ley calificó la trata y la esclavitud de crímenes contra la humanidad. Es al honor de nuestro país de haberlo hecho.
Ahora, es necesario pues, sería necesario, superar la página del pasado, no para olvidar sino para sobrepasar. En la actualidad, el reto para Haití es avanzar, darse los medios para inventar un futuro, de apropiarse de la democracia y de la justicia, después de la libertad. Para preparar este viaje, consulté mucho. De París a Pointe-à-Pitre, he visto mucha gente vinculada a su país y preocupada por su bienestar, esperando desde décadas a veces un despegue económico y una estabilidad política. Ya que, Haití había comenzado tan bien en 1804, que de Haití, se esperaba lo mejor. Que esté a la altura de su glorioso principio.
Victor Hugo lo presagió: "El niño arrancó lo que lo cercaba y está actualmente en vuelo." “Terminará por llegar y, mientras, reivindica su lugar en medio de una civilización que no se lo podrá negar "." Pero por su golpe de esplendor de 1804, Toussaint Louverture y Dessalines, fundadores de la primera República negra del mundo, habían colocado la barra demasiado alto. Desde, generaciones de Haitianos se suceden, cada una preguntándose cual de ellas estará a la altura de los padres fundadores. Señoras, Señores, personalmente, tengo deseo de creer…
Por primera vez desde hace tiempo y bajo el impulso del Presidente Préval, la esperanza reaparece en Haití. Quiero creerlo de todas mis fuerzas y obrar a sus lados para que sea así. Haití reanudó el camino del Estado de Derecho. El Gobierno y el Parlamento son resultantes de elecciones libres y la comunidad internacional no hesita en brindar su apoyo. Francia tampoco, que se moviliza a todos los niveles hasta en sus territorios. A este respecto, querría agradecer a los Sres. Claude Bouchet, Diputado del Vaucluse, así como Christian Dupuy, alcalde de Suresnes, ciudad hermanada a Cabo Haitiano, haber aceptado, acompañarme aquí para dar prueba de su interés y su compromiso en pro de Haití.
Por supuesto, los esfuerzos desplegados actualmente por Haití no solucionan, lejos de allí, los problemas de pobreza, salud pública, empleo, de transporte pero por lo menos los Haitianos están en condiciones de tratar estas cuestiones.
¿Habrá valor y determinación? Ciertamente ya que los Haitianos valerosos no faltan.
En cuanto a la ayuda internacional, es indispensable pero no creo que Haití carezca de dinero. Lo que sería necesario es que la ayuda bilateral y multilateral esté mejor coordinada, más eficiente y que pueda ser administrada por una administración mejor organizada.
¿Pero la ayuda puede bastar al pueblo haitiano? ¿Los hijos de Toussaint Louverture saben mejor que cualquier otro, con respecto a la ayuda, que "la mano que da está siempre encima de la que recibe"?
Tengo la íntima convicción que Haití decidirá de lo que quiere, que puede seducir inversionistas, como lo esta haciendo Su Excelencia el Presidente Préval. No logro aceptar que solamente dos grandes empresas francesas están presentes aquí. Esta es la razón por la cual, quise que me acompañaran hombres de negocios franceses, representantes de las cámaras de comercio, para que se entrevisten con los responsables económicos haitianos. Sé que les convencerán para que invierten aquí y que a su vez, ellos convencerán los empresarios franceses quienes representan de hacerlo.
Un mercado haitiano se abre, francófono y créolofono. Francia debe aprovecharse y definir finalmente una verdadera política de cooperación, con Guadalupe para cabeza de puente, ella que es próxima a Haití. Es por ello, que antes de juntarme con ustedes, hice escala en Guadalupe, donde vive por otra parte una fuerte comunidad haitiana, para entrevistarme con Jacques Gillot y Victorien Lurel, Presidentes del consejo general y regional de Guadalupe que hacen un trabajo formidable para la cooperación con Haití: intercambios de funcionarios, asociaciones con las empresas haitianas, acciones de ayuda urgentes.
Deseo también agradecer muy calurosamente a la Sra. Gabrielle Louis- Carabin, diputada de Guadalupe, por aceptar acompañarme en Haití. Sra. la diputada, su presencia a mis lados me honra y llena de emoción.
Del lado haitiano, sentí durante mi corta estancia una gran voluntad de ir hacia adelante. No vi ninguna resignación. Por otra parte, el presupuesto de gastos más importante para las familias pobres es el de la educación. ¡Es decir su fe en el futuro!
Vi en el Presidente Préval a un estadista convencido de que cambios son necesarios. Deseo agradecerlo su recibimiento excepcional. Quiero también transmitirle el apoyo firme y fraternal de Francia. Estímulos también para las reformas que emprende, en los ámbitos de la justicia, de la lucha contra la impunidad y la corrupción.
Por supuesto, queda aún por hacer: la situación de la seguridad,los progresos en cuanto a derechos humanos, en particular, la libertad de la prensa, los derechos de los niños y mujeres haitianas quienes tienen un valentía excepcional, la condición de las prisiones.
Así mismo la lucha contra desigualdades queda un reto crucial por señalar. Según algunas cifras, un 1% de la población haitiana concentraría la mitad de la riqueza nacional. Pienso que la respuesta a estas desigualdades es la educación. Francia puede contribuir ya que allí sobresale. No se trata de formar élites: las élites haitianas ya existen. Cuentan entre las más talentosas del mundo. No, la educación de la que hablo es la educación popular y la formación de profesores.
Ahora bien, el terreno es favorable, ya que Haití es una tierra de cultura. Ya que, es una tierra de creación e imaginación, admirada por todas partes en el mundo, de las galerías parisienses a las de Nueva York. Seguramente porque la ingeniería creativa de Haití se armoniza con los contornos su historia, de sus esperanzas como de sus sobresaltos. La independencia parió una literatura de combate con Vastel o Colombel. El nacimiento de la nación haitiana fue llevado en triunfo por el romanticismo de Nau, Durand o Coicou. La ocupación americana llevó a los artistas a fortalecerse en las fuentes africanas con Jean Price-Mars que lanzó esta consigna entusiasta: "Nosotros mismos solo tenemos la oportunidad de ser lo que somos si no negamos ninguna parte de la herencia ancestral".
La poesía haitiana se liberará hasta lo sublime con Jacques Roumain. El exilio no agotará la inspiración de los que querían vivir y escribir libremente como René Depestre. En la actualidad, surgen verdaderas razones para esperar. Pues vine a expresarles la solidaridad de Francia y garantizarles su apoyo. Su nación es joven. Ambicionemos juntos, para ella, un futuro que combina la felicidad y el resplandor. No hay razón que este país cuya diáspora es una de la más talentosas del mundo, no se destaque. El inmenso esfuerzo que Haití desplegó para nacer y reaparecer del transbordo, como diría un escritor antillano, este inmenso esfuerzo, Haití puede rehacerlo.
Y por su parte, Señoras, Señores, puedo garantizarles que al bonito nombre de Haití, la Francia de Nicolas Sarkozy seguirá respondiendo. Es él que me pidió acelerar mi llegada en Haití para llevar un mensaje de fraternidad al pueblo haitiano. Que me haya pedido que sea la primera en visitar en su país no es tampoco anodino. Deseó presentar en Haití la nueva cara de Francia. Esta Francia diversa, de la que los Haitianos habían soñado.
Nicolas Sarkozy sabía también que más allá de Francia, tendríamos tantas cosas que decirnos. Ya que, mis amigos, cuando veo sus caras, cuando piso este suelo, pasa algo. Algo de diferente que cuando estoy en Moldavia o en Argelia. Es que aquí hay una parte de África, donde crecí en parte y de dónde ustedes vinieron en trágicas condiciones. Esta África que observa aún y observará a Haití siempre como una leyenda, su orgullo, su herida.
Habría podido ser haitiana. Habrían podido seguir siendo africanos. ¡Aquí no hay ni Wolofs ni a Peuls pero solo veo rostros familiares! Encontrarme delante ustedes, de hablarles en nombre de Francia, con en trasfondo esta historia africana que tenemos en común, tiene algo de desestabilizador pero tan prometedor. Hay momentos en que la historia nos da sorprendentes vueltas. A menos que no sea Francia que nos haya jugado esta vuelta. Nada de asombroso: es una ingeniería típicamente francesa que de producir esta clase de equivocaciones.
Francia cambió, Señoras, Señores. Pero sigue siendo indefectiblemente vinculada a Haití. Durante mis primeras horas aquí, también me he dado que Francia contaba para Haití.
Otro camino se abre ante nosotros. Pueden contar conmigo.
Señoras, Señores, les agradezco.
Puerto Príncipe, el 14 de Septiembre de 2007
RAMA YADE Secretaria de Estado para los Asuntos Exteriores y los Derechos HumanosVer el texto original